Diego Olivera

Diego Olivera: "Tengo que saber soltar al galán"

No reniega del rol que lo vio triunfar en México y la Argentina, pero, a los 41 años, sueña con correr los límites. El actor, que a los 12 debutó en el San Martín, imita a Serrat como pocos. De hecho, el propio Nano lo elogió "y me quedé mudo".

De aquellos años de su infancia, en los '70, le quedan algunas situaciones domésticas imborrables, "importantes y formadoras", dirá. "En casa se hablaba claramente de lo que pasaba en el país, jamás nos taparon la realidad. Compraban el diario La opinión, se generaban debates, se compartían los temas. Pensá que hice la primaria, y parte de la secundaria, en plena dictadura militar y hay cosas que jamás me voy a olvidar. Fue clave tener un pensamiento propio... De hecho, fui presidente de uno de los centros de estudiantes del colegio. Y paralelamente militaba en el Partido Intransigente (PI). Pero a todo eso llegué también por lo que se vivía en casa, por la música que sonaba... Yo, por ejemplo, lo vengo escuchando a (Joan Manuel) Serrat desde el long play", reconoce Diego Olivera, el mismo que ahora, no sólo parafrasea al catalán a cuento de mucho, sino que de pronto lo recrea, casi en un mini show acústico, para sorpresa de la moza. No fue más de un minuto, pero la magia estiró los tiempos en el fondo de un bar de Palermo.

La gracia improvisada, como un tributo a la distancia a uno de sus artistas favoritos, le dio pie para recordar el día en que estuvo mano a mano con el hombre que entonó su infancia y afiló su pensamiento: "Todo lo que canta es de una verdad, de una claridad... Mirá, yo era tan fanático, que una vez, cuando estaba grabando Montaña rusa, él dio un show en Canal 13 e hice lo imposible para verlo. Como se iba a hacer ese especial, a la tarde suspendieron las grabaciones y sólo dejaban entrar a los gerentes y a los amigos de los gerentes. Como sabían de mi fanatismo, me dejaron pasar. Y morí. Cuando terminó, fui al camarín a buscar mis cosas. Le pido la llave -relata, con un cambio necesario de tiempo narrativo- a una de las chicas de producción y le canto 'Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio'. Y escucho que de atrás un tipo me dice 'Haber sabido que tenía este doble ni venía'. Era Serrat, ¿entendés? Giré, lo vi y me quedé mudo. No me salía nada. Después sólo atiné a darle la mano y decirle 'muy bueno su recital'. Un tarado atómico".

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