Emilia Mazer

Nota del 09 de agosto

Emilia Mazer: Muchos confunden mi timidez con soberbia

Fue a dar su primer casting, para un aviso de chocolates, vestida "de colombina de la Comedia del Arte. Tenía que improvisar algo con una manzana. Terminé la prueba y por los nervios y la vergüenza que tenía me fui corriendo por la calle. Me acuerdo que decía qué fea, qué ridícula... Llegué a casa y lloré todo el fin de semana. El lunes me llamaron y me dijeron Quedaste y tenés el personaje de polichinela. Como no sabía qué significaba, me fijé en la enciclopedia Salvat y me enteré que era un personaje deforme, que tenía una joroba y una gran cresta. Y dije Claro, me eligieron por fea. En una época era tan insegura que resultaba insoportable. Ya no soy así", reconoce Emilia Mazer, quien encontró, en más de 20 años de carrera y en la gracia de su viejo polichinela, las claves de un oficio que, en un sentido, la reconcilió con su parte más vulnerable.

Madre de una beba de seis meses que ahora duerme la siesta en su casa, activa la memoria para encontrar en la niña que fue a la mujer que quiso —o pude, dirá ella— ser. Y entonces, en medio de su sereno decir, cuenta que se le "aparecen varias imágenes que expliquen lo que soy ahora... Una es escribiendo poesía y cuentos, a los 8 años. Eran cosas horribles, seguramente. Y otra es en quinto año del secundario, una vez que la profesora de geografía nos decía que qué tontos eran los ingleses, que pensaban ganar la Guerra de Malvinas y tenían que venir con los aviones sin cargar combustible. Yo le dije que no creía que el país que tenía la Armada invencible fuera tan estúpido y que si iban a una guerra tan al sur del mapa debían tener algo clarísimo. Y que tampoco creía que tuviéramos las herramientas para ganar y que era una guerra para matar a otra generación de jóvenes. No le gustó nada. Y encima una compañera me gritó andá a hacer aliá a Israel (una suerte de regreso a la tierra), antiargentina. En su momento me sentía rara, porque no actuaba como la mayoría. Pero siempre fui de decir lo que pensaba".

Frente a un capuchino, y un autorretrato que no escatima tonos ni trazos, confiesa que "de chica podía pasar de un comentario super explosivo a callarme la boca. En realidad, durante mucho tiempo he sido de pocas palabras. Hay gente a la que le cuesta cazarme la onda: muchos confunden mi timidez con soberbia. Todavía hay alguno que me dice Vos sos rara... Y, sí, es lo primero que sale cuando no te ven común". Sin embargo, la mirada del otro le importa casi más que la propia: "Por esa cosa que me dejó la inseguridad, lo primero que hago es sospechar de mí. ¿No será que estoy equivocada?", mecanismo que, en parte, le permitió desarrollar una notable capacidad para revisarse sin complacencia.

Más en Clarín - 09/08/08

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